lunes, 7 de octubre de 2019

Nadas actuales y potenciales

Cien almas por minuto, un centenar de estómagos cada sesenta segundos, dirigen sus plegarias a la Catedral. Ensimismados con el soplo divino, creyendo contribuir a su propia "salvación" o bienestar o deber o auto-satisfacción, marchan a lo largo de kilómetros los fieles (a esa "causa"). Con vestimenta para la ocasión sacra, son un gran espectáculo, al menos desde la estación de trenes, balcón que apunta nuestros ojos hacia los caminantes de la ruta 7. Mueven piernas con paso hermandado, aunque sea solo un parentesco ocasional.
Por un momento, sin intentar culparlos por el ocasionalismo reflejado, imaginemos que el movimiento de las multitudes en los estadios de fútbol y recitales y de auto-goce divino se dirigiera a un objeto distinto.
Supongamos que el ciudadano, en vez de simplemente alentar a 11 jugadores, a 5 hombres con instrumentos (y pagar fortunas por verlos y estar cerca de estos presuntos semidioses), o cerca de un supuesto Ser superior que "escucha" plegarias, dirige sus fuerzas y energías (y dineros) y tiempos a la mejora de su ciudad o barrio, o a ayudar a quienes se hallen bajo la línea de la pobreza. Sin duda ese tipo de haceres parecen ser un tanto menos abstractos y más palpables; casi que la pequeña brisa matutina pareciese tener mayor espesor que la realidad inmanente a estos auto-goces (demasiado humanos).
Pero, habida cuenta de esta (im)posibilidad de pensar lo imposible de realizar, al menos si nos basamos en la fuerza de la costumbre, cabría preguntarse por este tipo de hombre (en sentido de especie, ser humano, tal como lo nombra la ciencia 'machirula') y su (im)posibilidad de gobernarse a sí mismo. Cabe, tal vez, preguntarse qué chance tiene de tener elecciones políticas consecuentes y auto-críticas, siendo que ese mismo tipo de hombre es el (mismo) que elige privatizarse en su cueva subjetiva (de avestruz) con estos auto-goces independizados del otro y de su propio ser-en-el-mundo. Simplemente cabe ser resueltos y tratar de preguntarse si 'los políticos' que un pueblo puede tener no son más que la expresión de mediocridad (o grandeza) que ese mismo pueblo posee (o sabe poseer) a la hora de marchar hacia lo que considera como ocupaciones importantes. (Tal vez en un territorio en el que se coma habitualmente frutos espinosos, no deba sorprender la existencia de lenguas sangrantes). ¿Podría llegar acaso a darse el caso de que ciertos hombres olviden momentáneamente (por acción u omisión) el suelo al cual "pertenecen" sus vidas, hipostasiando tal o cual actividad mundana? ¿Podrá ser que esto ocurra con varios estratos sociales y en distintas épocas de lo que se conoce como "año"? ¿Podrá ser que, luego, ese mismo individuo, que goza de esa abstracción que efectúa (creyendo la ficción de tal partido de fútbol, la fachada de su religión, o dándole entidad suprema a las melodías que salen de amplificadores gigantes), al tiempo que efectuó el olvido de su propio yo y de sus otredades en pos de tales goces, tenga luego la ocurrencia de pretender que sus gobernantes sean más consecuentes que él mismo? (¿No suena como a infantes enojados o encaprichados con sus propios padres?)
Si uno no se gobierna bien a sí mismo, ¿espera que un otro lo haga por él? ¿Qué parte será, la del cerebro de este ser humano, la que pretende jugar al olvido de su ser-ahí, a la hora de criticar con desigual vara a "sus dirigentes"? ¿Será la misma inconsistencia que posee al brindarse a esos auto-goces, la que lo gobierna cuando se dirige a tratar de comprender/captar asuntos políticos o hablar de ellos como si dijera "cosas que sabe"? ¿Será la misma que posee cuando no sabe escuchar?

Nótese que no pasa esto por una condición económica o social. Pasa por la falta de conexión de cada ente con 'su ser-ahí,' pasa por su 'querer cosificarse' nunca desafiado por su 'yo'. Lo que parece no existir es conciencia de ser-hombre, de ser un ser-finito, 'arrojado' a su suerte, con la responsabilidad de ejercer(se). Esto, suponiendo que sepamos en qué consiste (y que pueda consistir en algo.)
Supongamos que lo sepamos, y que el ejercer su ser-ahí consista ante todo en saber 'su propia condición', y que en la práctica esta auto-conciencia se materialice en actividades individuales y colectivas, las individuales dirigidas a ensanchar esa conciencia crítica (instruyéndose, no siendo mero esclavo del capital), y las colectivas dirigidas a efectuar reclamos a los gobernantes (de los espacio-tiempo en los que se desenvuelve), en pos de tener todos igualdad de oportunidades para ejercer esa conciencia crítica (ejerciéndola, por lo demás, en ese mismo actuar reclamista), en un "hacerse cargo" de las condiciones materiales de existencia (rodeado de tales o cuales otredades).
Evidentemente, suponiendo que ese ejercer(se) y concientizar(se) exista y sea posible, y asumiendo que los ciudadanos sean pasibles de tener tales roles, no están ocurriendo, al menos efectuando este tipo de actividades "inocentes", en donde las vivencias que se practican tienen más que ver con el orden de la sublimación en espacios específicos, como mucho, o a lo sumo con algún cántico de supuesta rebelión en donde el capital se sonreiría acerca de cómo sus commodities, insolentes pero sin molestar o pegándose entre ellas (enjauladas), juegan a estar cuestionando el sentido común, con decires metafóricos (o, como mucho, reformistas): ¡oh, preciosa eres; televisación del partido, recital o caminata, convirtiendo a tu 'grieta' en una nueva vidriera de mercado!

Ahora bien, cabe preguntarnos entonces por qué nos sorprendemos (si es que lo continuamos haciendo) de vivir en una sociedad (espacio-tiempo, en donde coincidimos con este tipo de seres humanos) en la que la puesta en cuestión nunca sea (ni pueda ser) efectiva (por principio), y en la que el poder político de turno no ) pueda (o quiera) más que reproducir las condiciones materiales de existencia sembradas por el mismísimo capital, aceptadas y asumidas (y festejadas y aplaudidas) por los mismísimos votantes-accionistas de la república del Capital. ¿Es que acaso no se ha comprendido la dimensión de auto-repudio de estos 'accionistas de la nada'?

Hemos tomado a modo de ejemplo un conjunto de actividades que pueden ser tildadas de recreativas, como lo son la devoción del creyente, el fanatismo de un hincha de fútbol o de un seguidor de una banda; y con ello no queremos decir que "la estupidez" esté meramente representada así. Sólo se pretende hacer ver un conjunto de entre tantas actividades en el que existe un olvido de sí, que tal vez podría existir o llevarse a cabo en otras actividades en las que, tal vez, olvidándose de sí, se pudiera efectuar algún cuestionamiento del orden establecido o del modo en que el poder circula.
A su vez, la lista podría ampliarse, entre otras cosas, con actividades (pseudo)académicas, las cuales por acción u omisión trabajan en los placeres del sublimar de intelectualoides livianos que le dan "sustento teórico" a esta farsa de ser humano. Así, llueven frases (pretendidamente novedosas) de auto-ayuda que juegan a estar cuestionando algo, repitiendo oraciones de otros autores pero cambiando alguna coma, convirtiendo al pensar mismo en un miserable y ridículo snobismo narcisístico. Y la impronta comunicativo-grupal del "tu tambien puedes decir y ser importante (¡al menos para ti!)" es el ingrediente infaltable para trabajar la edulcorante pseudo-libertad de este sujeto-farsa, que se cree "alguien", así, por tener tal o cual producto de mercado, por ser él mismo tal o cual commodity. Sí; la lisa y llana 'completud' de este sujeto "suvecito" consiste en esa manera permitir que el capital fluya en él y lo penetre: "oh si, yo también y todos podemos ser así y decir así". Sí, capacidad de ser una nada, que todo ve y nada dice, y todo le provoca nada, y nada le provoca todo. Son Nadas actuales y potenciales. Y decir algo de esas nadas sería señalar y atentar contra esa libertad, libertad de ser nada: libertad de no-ser (¡libertad de no-ser libre!)

Cuando decimos farsa, casi con un diagnóstico "terminal," nos referimos a que si bien (siempre parece que) podría ser de otra manera, la lógica de 'este cosmos' se auto-afirma de tal modo que va permitiéndose a sí misma un auto-desconocimiento que ya ni siquiera tiene que ser buscado. Cabe preguntarnos qué podemos hacer ante semejante manantial de perdiciones. ¿Formará parte de la misma tarea (del asumir(se)) del intelectual (presuntamente auto)crítico el comprender estos sentidos comunes (apátridas) de tal modo que no naufrague (tal mente crítica, trastocada, resignada) en medio de la insignificancia? 

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