martes, 17 de septiembre de 2019

Sendero

Lo inescrutable que 'nos' rodea (¿o acaso nosotros la rodeamos y nos rodeamos?)  nos cuestiona acerca de nuestra propia (in)escrutabilidad. ¿En qué medida el humano perdido en las profundidades del bosque no está ya perdido, desde antes? El perderse -en 'ese' sendero boscoso, ¿cómo es que se relaciona con su ser-ahí? ¿En qué medida no somos "perdición en potencia" (o en acto)? ¿Cómo sería "no ser perdiciones caminantes"?

Parece que lo oscuro empalidece las auto-comprensiones; y lo tenue de estos vientos que azotan al viajero perdido puede hacer confundir la causa con el efecto. Pequeños rincones de luz, por la costumbre, aligeran los pesares. Norte, pista...

Pero, ¿en qué medida la brújula de luz no es un espejo que precisaba proyectarnos nuestro 'sentido' de la visión, necesitado de reconfortarse? Nuestro sentir quiere volverse 'sentido', estabilizar-se.

Oh bosque, o perpetuo sendero viboreante, imaginario e imaginador, espléndida perdición silenciadora, susurro propiciador de ocasos y porvenires! Tú 'sabías' desde el origen, en tu reinado, que la perdición de todo viajero te pertenecía; tu volcabas tus anestesias por entre las brumas de las mentes osadas en forma de valentías improvisadoras de eternidad. Pero en tu bestial absorción habitamos, tambaleantes, en la patria de tus decires.